Diagnósticos completos para conocer y prevenir
La valoración de mis pacientes la realizamos de manera exhaustiva incluyendo múltiples recursos en el diagnóstico como fotografías, tomas de modelos de sus bocas para estudio, radiografías panorámicas y cefálicas laterales para poder analizar su crecimiento y desarrollo, y hasta tomografías en casos específicos para un correcto diagnóstico.
Te invito a realizar diagnósticos integrales que nos permitan conocer qué sucede en la actualidad pero cómo podemos prevenir cualquier complicación del futuro en tus hijos.
¡Pronto les compartiré un video sobre el tema!
Preguntas Frecuentes
¿Qué incluye un diagnóstico integral en odontopediatría?
Un diagnóstico exhaustivo abarca: examen clínico, fotografías intraorales, moldes de estudio, radiografías panorámicas y cefálicas laterales, y en casos necesarios, tomografías. Todo esto permite analizar con precisión tanto la salud actual del niño como su crecimiento y desarrollo futuros.
¿Por qué son importantes las radiografías panorámicas y cefálicas?
La panorámica permite evaluar dientes, maxilares y mandíbula de manera global, detectando caries, piezas retenidas o anomalías óseas. La cefálica es vital para evaluar crecimiento facial y orientar tratamientos ortopédicos u ortodóncicos.
¿Para qué sirven los modelos de estudio y las fotografías dentales?
Los modelos físicos o digitales permiten analizar la mordida, espacio dental y planear movimientos. Las fotografías muestran aspectos como erosión, color, encías y simetría facial, complementando el diagnóstico.
¿Qué beneficios ofrece un diagnóstico integral para el futuro del niño?
Permite detectar problemas tempranamente, planificar intervenciones preventivas y evitar complicaciones graves como maloclusiones, caries extensas o alteraciones del crecimiento. Así se promueve una salud bucal completa desde la infancia
¿Con qué frecuencia se debe realizar un diagnóstico integral?
Se recomienda en la visita inicial (al erupcionar los dientes de leche o antes del primer año) y actualizarlo al menos cada 1–2 años, especialmente en etapas de rápido cambio facial, para adaptar el plan de tratamiento a sus necesidades en crecimiento.